El 25 de marzo de 1911, por su parte, unas 149 personas –la mayoría mujeres– murieron en el incendio de la fábrica Triangle, también de Nueva York, debido a las precarias condiciones laborales. Muchas de ellas eran inmigrantes muy pobres.
La fábrica era tan grande y los salarios tan bajos, que los dueños temían que las empleadas robasen las prendas, por lo que ordenaron a los encargados de la planta cerrar las puertas una vez que el personal ingresara. No las abrirían hasta el horario de salida: aquella fue una trampa mortal.
Poco antes de aquella tragedia, el 19 de marzo de 1911, un millón de mujeres habían marchado en reclamo de sus derechos laborales y contra las deplorables condiciones en las que debían trabajar.